Mis estimados, y ficticios, lectores, ya estamos con toda la efervescencia mexicana propia de septiembre, el famoso grito de independencia es ya mañana y, por ende, el patriotismo está a flor de piel.
No sé si ustedes lo hayan notado, pero al menos yo, he percibido que año con año el número de personas que ponen la bandera mexicana en sus hogares se ha elevado, sobre todo luego que el Presidente Calderón las regalara casa por casa con motivo del Bicentenario en 2010, incluso hay quienes ponen, además, adornos plásticos y banderitas en los carros.
Sin embargo, y pese a que cada vez se nota más el septiembre en las calles, siguen siendo muchos los que piensan que en México más valdría no dar el «grito», porque en México no hay nada que celebrar.
A mi punto de vista, esto es una aseveración falsa. Todo lo contrario, en México hay mucho que celebrar. Es muy cierto que nuestro país tiene problemas, muchos y muy grandes, pero los ha tenido siempre, y gracias al trabajo y esfuerzo de todos los mexicanos, siempre hemos salido adelante. México, aunque suene trillado, es más grande que sus problemas, y, por lo mismo, necesita del apoyo de sus mexicanos para superarlos y seguir creciendo.
Pocos países han sobrevivido a lo que a México le ha tocado vivir. Una sangrienta conquista que se prolongó por casi 300 años; una lucha independentista mal organizada que sangró al país por once años sólo para darle paso a una etapa de pugnas internas que permitieron una invasión extranjera y la pérdida de la mitad de nuestro territorio a manos de los norteamericanos; una lucha civil que, nuevamente por divisiones internas, propició la llegada de un buen intencionado monarca extranjero apoyado por Francia que llegó a ser más liberal que el propio Juárez; la época de «orden y progreso» de la mano al General Porfirio Díaz, pero también la época de la miseria y las tiendas de raya. Una revolución basada en intereses personales que se convirtió en una sucesión de golpes de estado que llevaron a Madero a quitar a Díaz, a Huerta a quitar a Madero, a Carranza a quitar a Huerta y Obregón a ultimar a Carranza para iniciar la época «moderna» con la «dictadura perfecta» en manos de un PNR-PRM-PRI que gobernó 70 años pisoteando la democracia hasta el 2000. Y después la lucha contra el narcotráfico y sus 60mil muertos, no del gobierno a quien malamente se les achacan, sino del narco y sus huestes.
No podemos negar la inseguridad, la pobreza y la corrupción, males cuya existencia día a día aquejan a gran parte de la población, es cierto, pero lo que si podemos hacer es ver también las grandes fortalezas que tenemos como nación y ponernos la camiseta de México, una camiseta que debería de usarse a diario, no solo en las finales olímpicas o los 15 de septiembre (porque ni el mero 16 la traemos).
Lo peor de nuestro país, muchas veces, somos nosotros mismos, los mexicanos, que no hemos sabido valorar lo que tenemos y que preferimos deprimirnos comparándonos con otras naciones en lo malo sin ver que somos también mejores que muchos otros en aspectos positivos. Yo les invito que veamos la celebración de mañana, no como mero pretexto para tomar y reunirnos entre amigos y familiares, sino que vayamos un paso más allá y reflexionemos sobre el privilegio que tenemos por ser mexicanos, y que comencemos a ver cómo sacar adelante al país en vez de pensar cómo México sólo nos sacará adelante.
¡Viva México! le pese a quien le pese.
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