Fernando Ortiz

Mis estimados y ficticios lectores. Acabó la campaña, el neolonés salió a votar de manera copiosa y el paso lógico, ahora, es la toma de protesta y el inicio de un nuevo ciclo para el Estado. Fechado para el 4 de octubre próximo, el cambio de poderes en Nuevo León representará el inicio de un periodo en el que la ciudadanía,  me incluyo, tenemos puestas nuestras esperanzas, confiados en que el Gobernador Electo, y su equipo, cumplan con las expectativas que ellos mismos sembraron y fueron acrecentando.

Y es que independientemente de la simpatía partidista que cada uno tenga, la idea de un «cambio» se ha apoderado de todos los ciudadanos que nos mantenemos informados de lo que pasa en Nuevo León.

Justo ayer, mientras scrolleaba por las páginas de algunos periódicos locales, iba visualizando la cantidad de problemas con los que se enfrentará el gobierno de Jaime Rodríguez «El Bronco» a partir de octubre, y la verdad es que son muchos y muy diversos, por lo que no solo necesitará de buena voluntad, sino de un equipo organizado y responsable que le ayude a ejecutar las políticas públicas que se necesitan en cada área.

Desde la inmensa deuda pública que representa un abuso de parte del PRI y su Gobernador Rodrigo Medina, hasta la pésima planeación vial que existe en el área metropolitana, pasando por el muy criticado proyecto Monterrey VI y las deficiencias del Metro y la inviabilidad de la Ecovía, todo ello por mencionar apenas la cima del iceberg que esconde corrupción, nepotismo e impunidad.

El Bronco se comprometió con la raza a tener mano firme, a ser un gobernador «con huevos», y sinceramente espero que los citados no le desaparezcan cuando le toque pelear contra la CROC y sus taxis, por ejemplo, o contra los dueños de las rutas de transporte urbano, sin mencionar las legislaturas del PAN y el PRI, que tendrán control del Congreso y de quienes espero una actitud responsable y no revanchista para con el futuro gobierno.

En días pasados, el Gobernador electo y su equipo viajaron en Antoquia, Colombia, recibiendo consejos y estudiando la forma en la que el gobierno local de aquel estado «con características similares al nuestro», pudo superar la crisis de inseguridad y criminalidad que en el pasado lo azotaba.

Sin embargo, no es él el primero en pedir asesoría colombiana, pues hace tres años, los entonces alcaldes electos de la Zona Metropolitana de Monterrey también acudían a conocer las acciones que en Medellín se hicieron para combatir la delincuencia, incluso, luego del viaje, recuerdo oír a la alcaldesa Margarita Arellanes sugerir la creación de El grupo Medellín a fin de establecer diálogo y coordinación entre los ediles sin importar el partido que los hubiera postulado. Sobra decir que la conformación del grupo, la coordinación y el diálogo no quedó más que en buenas intenciones, de esas de las que están tapizados los caminos al infierno.

En fin, la moneda está en el aire. El Gobernador, de candidato, prometió ser distinto a los demás, y hoy tiene la oportunidad única e histórica de realmente serlo, dependerá de él. Los ojos de un país estarán sobre él y su Administración.