Fernando Ortiz

Mis estimados y ficticios lectores. Poco queda por decir tras la muy sonada liberación de Elba Esther Gordillo del proceso judicial que enfrentaba por lavado de dinero.

Así es, la ex Secretaria General del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), fue exonerada por un juez federal tras considerar que no existían las pruebas suficientes para imputar los delitos que se le acusaban.

Como era de esperarse, el sospechosismo se incrementó toda vez que ese anuncio se dio el miércoles 8 de agosto, el mismo día de la entrega de constancia como Presidente Electo a Andrés Manuel López Obrador.

Coincidencia o política ficción, lo cierto es que la noticia acaparó las portadas de periódicos y noticiarios en México y América, y permitió el surgimiento de un sinnúmero de teorías conspiracionistas que apuntan a que su liberación es parte de un acuerdo cupular de la Maestra con AMLO.

Lo que yo pienso realmente es que en el caso de Elba Esther no hubo justicia en ningún momento, y tanto su captura como su liberación no son más que actos políticos que obedecen a la realidad del momento.

Así lo fue en febrero de 2013 cuando su captura le dio seis puntos en las encuestas de popularidad al recién estrenado Presidente Peña y le abrió la oportunidad de un diálogo con la oposición y legitimar así su Gobierno (al más mero estilo Salinas de Gortari cuando éste apresó a Joaquín Hernández Galicia “la Quina”, líder del Sindicato Petrolero para que el mismo fin).

Y cinco años y medio después, en un acto político más, se da también su exoneración total en plena transición entre Peña y AMLO, dando así pie a que se piense que esto es parte del acuerdo que ella y el hoy presidente electo pactaron para asegurarle la presidencia al tabasqueño.

Quedan muchas dudas, muchas inquietudes, un mundo de sospechas y de teorías de conspiración, pero creo que sobre todo queda un mal sabor de boca entre los mexicanos, público para quienes no apoyamos a AMLO y privado para quienes le siguen defendiendo. Al tiempo…